Lo que se ha hecho no se puede
deshacer, pero se puede evitar que ocurra de nuevo.
Ana Frank
Sobre
las Guerras Modernas
Generalmente se
pretende construir al “otro” o conocer al otro desde la exterioridad que
representa, es decir; desde el modo en que se ve y las formas que manifiesta,
la lógica occidental, heredada de los invasores, de cualquier parte del viejo continente
que nos hayan llegado, nos heredo la visión reducida del mundo cartesiano, se
es exacto o inexacto, blanco o negro, hombre o mujer, y así, con esta forma de binominalizar todo, construyó en
nuestro desarrollo intelectual, la capacidad de reducirlo todo para
supuestamente “entenderlo” cosa distinta a comprender. Podríamos decir que
nuestro mundo occidental, solo ve aquello que corresponde a los intereses
prácticos contemporáneos y con ello deshecha o lanza a un lado, lo que le
parece poco útil para la vida, las relaciones de fraternidad y empatía por el “otro”.
Y es que en la sociedad
de nuestros tiempos, prestar atención al yo para poder desarrollar canales de
comunicación que me permitan entenderme con el “otro”, con el diferente a mí, y
de este modo poder hacerme una visión humana de sus diferencias para construir
en conjunto, es un asunto poco valorado a la hora de hablar del éxito o del
nivel de desarrollo de la sociedad, a modo de ejemplo, pudiéramos preguntarnos,
¿ El éxito radica en los bienes materiales que se poseen o en la forma en cómo
te relacionas con el mundo? ¿ Los países buenos para vivir son los que aumentan
su Pib anualmente en 2 o 3 puntos sin importar en manos de quien, o aquellos en
que la gente se siente feliz y la redistribución de la riqueza garantiza
derechos sociales?.
Probablemente, son
preguntas fáciles de responder, dependiendo de qué visión del mundo se tenga al
respecto de lo importante que es cada cosa para cada uno, y ahí está, ese es el
lugar preciso en que cabe la posibilidad de sentarnos a reflexionar un poco
sobre el camino que han tomado las decisiones individuales y colectivas con las
cuales nuestras sociedad se han venido enrumbando durante los últimos años, indiscutiblemente
la construcción de la localidad frente al mundo global, parece un asunto muy difícil
de hacer, y es sencillamente, porque desde lo local, que se nos presenta como
un hecho complejo (a modo de decir difícil, cuando no lo es) se le impone el carácter
pragmático y resolutivo de lo global. Lo que el mundo global pauta es lo que
termina convirtiéndose en valido para la visión mundial del mercado. Entonces,
ocurre el fenómeno de la des-personificación, dejamos de ser nosotros para
convertirnos en el “otro”, pero sin comprender las diferencias que radican en
nuestros procesos locales, y se da la impresión de hacer de las sociedades un
solo modelo, donde las diferencias no son permitidas, y se convierten en
distinciones para parecer de espacios y realidades antagónicas.
El discurso de la dominación
se instala en nosotros y se disfraza de caridad[1], el
racismo, desconociendo que somos una sola raza, se mimetiza derivando en
xenofobia, homofobia, misoginia y otras acciones que van en detrimento del “otro”
a causa del desconocimiento de uno mismo, configurando así, lógicas que son
entendibles y se justifican en el marco de un mundo global que solo responde a
los intereses prácticos y visibles del mundo capital, no de las relaciones
humanas. Es asi, como la guerra contra el “otro”, amparada en el discurso de protección
del indefenso, da muestras concretas de que la diferencia no ha sido
incorporada de forma real en el mundo contemporáneo que aboga por el desarrollo
de los pueblos desde la visión del modelo global.
El miedo al “otro”
producto de la incapacidad del sistema occidental para comprender y dar forma a
estrategias concretas para desarrollar habilidades humanas que nos permitan
relacionarlos con modos más amables y sinceros, primero con nosotros y luego
con los “otro”, ha derivado necesariamente en la crisis mundial por la que
actualmente estamos atravesando. Y es que cuando nos detenemos a observar con
detenimiento los últimos cuatro siglos y el comportamiento que hemos tenido
como raza respecto del cómo nos hemos desarrollado, no es de asombrar que los
conflictos que hoy vemos como fáciles de resolver se nos dificulte operatividad
acciones para hacerlo.
Lo que las redes tecnológicas,
la web, las comunidades virtuales, los prestadores de servicios de televisión nos
venden como la posibilidad del mundo feliz, es sencillamente la desaparición de
las diferencias humanas, el aniquilamiento total del “otro” y con ello el
enjuiciamiento y la desaparición del yo, como integrante de la raza humana. No
permite que nos imaginemos la posibilidad de conocer la aldea del frente, sino
que nos invita a marginalizarla al punto de que ella se vea obligada a
parecerse a la nuestra para poder entablar relación, no bajo las mismas
condiciones de reconocimiento, sino de dominación. Se convierte una lucha, que envía
al mundo contemporáneo a la forma en que se construyeron las relaciones cuatro
siglos atrás.
Parece que la técnica,
lo expedito, la eficacia no solo se limita al campo productivo sino también al
campo de los tejidos sociales y humanos, derivando en un mundo cada vez menos
natural y por lo tanto, con menos historias que nos inviten a reflexionar sobre
nosotros para intentar comprender sin miedo “al otro”.
Quizá mirando esto, pudiéramos
avanzar en los asuntos que nos atañen a nosotros.
Luis Fernando Claros
Posada
[1] Sentimiento o
actitud que impulsa a interesarse por las demás personas y a querer ayudarlas,
especialmente a las más necesitadas
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